En la cocina, Claude Faustus se relamía riendo de vez en cuando preparando un té, esa noche había preparado un plan perfecto. Y mientras sebastian no metiera sus narices en el asunto todo saldría a pedir de boca, al fin lo conseguiría lo que tanto deseaba últimamente: a Ciel Phantomhive, ese niño seria suyo, solo era cuestión de tiempo para eso.
La última gota de té se derramo sobre aquella diminuta taza azul de porcelana llenándola hasta el tope e instantáneamente una sonrisa de satisfacción surco su pálido rostro, al mismo tiempo que un destello se hacía presente sobre el borde de sus lentes.
Entre risas y sonrisas Claude termino de colocar sobre una bandeja de plata aquel juego de té hecho de porcelana, y alzándolo en lo alto se dispuso a avanzar de regreso a la habitación, atravesó los largos e iluminados pasillos de la extensa mansión sin siquiera percatarse de su alegre tararear al caminar.